domingo, 18 de mayo de 2008

Yo enseño a mis chicos a escuchar sin sonido

A sus 29 años Scarlett Pazmiño Bravo es toda una veterana en la enseñanza de danza a personas con discapacidad auditiva. La guayaquileña de cabellos oscuros y amplia sonrisa siempre tiene un proyecto o meta que cumplir.

En su agitada agenda se da tiempo para enseñar danza en su academia, dedicarse a la locución e impartir clases de baile a sus alumnos con discapacidad auditiva. La comunicación con ellos no es un problema. Las señales con las manos y los mimos, para captar la atención de sus alumnos, han sido parte de su rutina desde hace 16 años. Ella cree que cada minuto es valioso y le saca provecho.

¿Cómo se vinculó a enseñar danza a personas con discapacidad auditiva?

Mi lugar
“Cada escenario. Cada escuela que me abre las puertas y me deja transmitir conocimiento”.

Desde que tenía ocho años me invitaban a bailar a centros de educación especial. Recuerdo que yo bailaba para los niños y a ellos les llamaba la atención la música. Luego pensaba que siempre salían avisos en los diarios de cursos vacacionales para niños, pero no había espacio para los que tienen discapacidades. Ahí me surgió el deseo de enseñarles.

¿A los niños especiales?

No. Primero me inicié con las niñas del Hogar Perpetuo Socorro. Ellas no tienen discapacidad, pero necesitaban de amor porque son huérfanas.

¿Cómo fue esa tarea?

Difícil al principio, porque los adultos se le reían a mi mamá, no creían que yo podía enseñar. Le decían: señora está loca, ¿cómo pretende que su hija enseñe? Tiene ocho años.

¿Cómo la convenció para que le llevara al Hogar Perpetuo Socorro?

Mi pasión
“La danza es mi vida. También la enseñanza a los niños y en especial a los discapacitados”.

La molestaba todos los días. Le decía que yo quería enseñar, quería compartir, me nacía en el corazón. Luego del Perpetuo Socorro, enseñé a las niñas del Hogar Femenino nro. 2. Muchas me doblaban en edad: eran ya adolescentes y yo cumplía recién nueve años.

¿Y cómo fue su experiencia de enseñar a adolescentes siendo todavía una niña?

Siempre he visto a mis alumnos como amigos. Ha existido respeto y confianza. Además se podría pensar que tuve problemas con las niñas de Hogar Femenino, porque son de conducta irregular, pero nunca pensé: ‘uyy, cómo me voy a dirigir a ellas’, eso no pasó por mi cabeza. Traté de ser espontánea. Me guiaba el amor.

Entonces ¿cuándo se dio el contacto con las personas con discapacidad?

Eso fue cuando cumplí 13 años. Estaba ya en la secundaria y tenía algo de experiencia. Al principio se me cerraron muchas puertas. Justo acudí a una institución que siempre me invitaba a bailar y me dijeron que no podía impartir clases, porque no tenía un título profesional y que los iba a volver locos. Tenía que ser psicóloga.

Imposible a los13 años...

Mi frase
“Déjame ganar, pero si no puedo, déjame tener el valor de intentarlo”.

Pero yo no me quedé tranquila con esa negativa, conversé con mi mamá y fuimos a la Dirección de Cultura. Conversamos con ellos y les presenté mi proyecto. Ahí se me abrieron las puertas en el Instituto Médico Pedagógico de Audición y Lenguaje (Impal) donde me inicié en enseñar a los niños con discapacidad auditiva.

¿Cuál era exactamente su trabajo?

Ellos estaban interesados en que los niños desarrollaran la expresión corporal. Cuando los visité hubo química con los niños y yo en realidad no soy experta en el lenguaje de señas, pero nosotros nos comunicamos.

¿Y resultó difícil enseñarles aun cuando no escuchan la música?

No fue difícil porque apenas los conocí traté de hacerme entender. Talvez me convertí como en un mimo, si me tocaba expresarme de una manera exagerada lo hacía. No tenía temor, ni pensé nunca ¿ y ahora cómo les explico? No me puse ese obstáculo.Y entonces me dediqué a investigar. Hablé con la directora, luego con las profesoras, para aprender cómo trabajar con estos niños...

¿Qué tuvo que aprender para enseñarles?

Me puse a leer cómo enseñar. Conocer cada una de sus discapacidades. Después les hice tocar el piso de madera, luego los parlantes de la grabadora, que ellos sintieran las cosquillas en su manos. Era importante que sientan la vibración: cuando lo hacían me miraban y sonreían. Entonces sabía que les había gustado, que mi mensaje había llegado.

¿Cómo se fue perfeccionando en el tema de la danza?

Tuve la oportunidad de recibir un curso con una maestra estadounidense. Ella me enseñó lo que era la danza como terapia. También tuve profesoras cubanas que trabajaron con el psicoballet. De ellas aprendí nuevos métodos y cómo llevar las clases. También tuve una maestra peruana, llamada Karla Lainez, con ella aprendí lo que era el arte terapéutico. Cada maestra tiene su método y su manera de llevar la clase, que varía de acuerdo al grupo de personas con el cual trabaja...

¿Cómo fueron sus primeras clases ?

Fue en la época de fuerte lluvia, allá por el año 1993. Para llegar a la escuela Impal, en Durán, tenía que caminar por calles llenas de lodo. Pero cuando entraba al salón veía esas caritas alegres y todo se me olvidaba.

Y todo marchó bien...

No. Se presentaron muchas situaciones, no me gusta decir dificultades. No teníamos grabadoras y me tocó hacerme amiga de la señora de la tienda, para que me proporcione una. Trabajar en un salón que no tenía buena madera. Estaba podrida, teníamos que saltar despacio porque nos podíamos caer...

¿Y cómo fue el trabajo con los padres de familia?

Me tocó convencerlos. Ellos decían: mi hijo es sordo y no va escuchar la música, no podrá bailar. Después cambiaron de actitud.

¿Y los chicos cómo se portaron en clases?

Los chicos en clase nunca se pusieron limitaciones. Algo que ellos tienen es que si alguien del grupo no logra captar un paso, o se les hace difícil, los otros esperan y hasta van y le explican cómo hacerlo.

¿ Qué sintió durante el primer espectáculo?

Mucha emoción, soy llorona, cuando los veo participar se me salen las lágrimas. Me acuerdo que bailamos ‘Los sonidos del silencio’. Era un baile en el que mezclábamos mucho la expresión corporal... Ellos saben que aunque salen bien, les exijo que sean cada vez mejores.

¿No escuchó un ‘no puedo’ entre sus chicos?

La frase ‘no puedo’ está abolida en mi clase. Prefiero el ‘lo voy a intentar’. Les explico las veces que sea necesario. Hay una frase que tenemos como lema: ‘déjame ganar, pero si no puedo déjame tener el valor de intentarlo’. Esa frase surgió de unas olimpiadas en México y nosotros la seguimos utilizando hasta ahora.

Su vida

Scarlett Ketty Pazmiño Bravo nació en Guayaquil el 10 de abril de 1979. Es bailarina, coreógrafa y profesora de danza-terapia.

Tiene formación en danza española, contemporánea, ballet clásico y tango. Ha participado en varios talleres de danza-terapia y ha capacitado a niños, no videntes, sordos y parapléjicos.

Además es comunicadora social y tiene estudios de TV. Está preparando un documental sobre los niños del Impal.

La danza y la música terapia ayudan a los discapacitados

El Instituto Médico Pedagógico de Audición y Lenguaje (Impal), así como el Sistema Nacional de Música para niños especiales de la Fundación Édgar Palacios ( Sinamune) imparten danza y música, respectivamente, a sus alumnos.

Impal es una entidad sin fines de lucro, que fue creada en 1964 para atender a los niños y adolescentes con discapacidad auditiva o con necesidades educativas especiales. En esta organización, ubicada en el cantón Durán, se educan 140 estudiantes.

Desde hace 16 años, entre sus clases regulares está incluida la asignatura de danza. “Fue una necesidad de la entidad. La danza les ayuda a desarrollar su autoestima y la capacidad de organizarse”, asevera la directora de la institución, Magdalena Gilbert.

El Impal tiene su grupo de danza integrado por 28 alumnos, seleccionados por la profesora Scarlett Pazmiño. “Me gusta bailar mucho, estoy en el grupo hace tres años”, cuenta entre señas Luisa Daniela Ávila, de 12 años. A Sheyla Pin, de la misma edad, le encantan las presentaciones. “Me gustan que me aplaudan y que vaya bastante gente”.

La danza terapia o psico-ballet, privilegia la expresión. La música y el movimiento posibilitan un juego creativo, que ayuda a descubrir nuevas formas de expansión y libera tensiones. Esta técnica se practicó en los Estados Unidos a partir de los años cuarenta. Luego pasó a Latinoamérica, con énfasis en México, Argentina y Cuba.

La música por si sola es otro pilar para la rehabilitación de los niños especiales. Al norte de Quito funciona el Sinamune, que inició sus labores en el año 1992, con 40 alumnos y que hoy cuenta con cerca de 100 niños con discapacidad psíquica o sensorial.

Está a cargo del maestro Édgar Palacios, ganador del Eugenio Espejo. Sinamune nació como un proyecto experimental para brindar terapia musical a los niños y jóvenes con discapacidades en lo físico, en lo visual, en lo auditivo y en lo motriz. También participan personas con síndrome de Down. “ En la actualidad tenemos una orquesta con personas entre nueve y 44 años”, dice Palacios con emoción. Durante el año anterior se presentaron en España.

Ambas iniciativas han demostrado que con un poco de perseverancia y amor, es posible alcanzar logros significativos para el desarrollo de los niños especiales.

1 comentario:

María Jose dijo...

Hola mi nombre es María José Yánez, soy instructora de Taichi y expresión corporal para niños, estudio danza y me gustaría saber si hay cursos para instructores sobre el trabajo con niños y niñas de discapacidades diferentes, o si hay talleres o seminarios, mejor si son intensivos puesto que vivo en Quito.
Cordialmente
María Jose