martes, 20 de mayo de 2008

Golf en los potreros

En La Nación encontré una nota interesante que reproduzco a continuación y que tiene que ver con incentivar la actividad deportiva en los chicos.

Disfruten:

TUCUMAN (De un enviado especial).- Tres chicos que no superan el metro de altura cruzan a toda velocidad un campo arado que se despliega al costado del hoyo 9 del Jockey Club de Tucumán. Uno se tropieza, se da un buen golpe, pero se levanta y sigue. Los otros dos le gritan que se apure. Quieren llegar rápido al alambrado que rodea el club. "Dale que ya viene Pigu", le dicen, y llegan a tiempo para ver a Andrés Romero pararse frente a su pelota en el fairway. No se sabe cómo, pero la multitud de pibes que vive en los barrios humildes cercanos a la cancha conoce el momento justo en el que aparece el ídolo de todos en La Rinconada. Muchos se juntan para esperar que algún jugador impreciso tire la pelota a la calle y ése será para alguno de ellos un pequeño tesoro. Otros se meten en el campo y siguen de cerca a Romero, adonde vaya, observando cada golpe, ilusionados con tener una pelota, un guante, una gorra de la nueva joya del golf argentino. La admiración los mueve y a pesar de su corta edad saben que hasta hace unos años Pigu era uno de ellos.

Como en pocos lugares de nuestro país, en Yerba Buena, un municipio cercano a la capital tucumana, se ven chicos por todos lados. Y los clásicos picados de fútbol le dejan paso a otra pasión. En las plazas, en los patios o en la calle, se pueden encontrar chicos con un palo y una pelotita, con ganas de imitar a Pigu. La explicación es simple. Esta zona siempre dio buenos jugadores y, como Villa Allende, demostró ser un pueblo conocedor del juego, pero la explosión que vivió la carrera de Pigu Romero terminó de despertar la pasión, sobre todo en los más chicos.

Pigu se mueve para todos lados con 15 o 20 chicos detrás. Y sabe cómo manejarlos. Cuando las voces y el movimiento de los bajitos superan lo aconsejable, él los llama y los pone en orden con una simple frase. "¿Se van a portar bien? Bueno, vamos", les dice Pigu, y eso basta para que lo sigan por la cancha sin molestar al resto de los jugadores. Santiago tiene 8 años y responde lo que responden todos cuando se le pregunta a quién viene a ver: "A Pigu, yo quiero jugar como él". Y dice que le gustaría jugar en una cancha de verdad, porque sólo lo puede hacer de vez en cuando, en el patio de su casa.

Está claro que en Yerba Buena hay un enorme semillero natural que necesita ser aprovechado y fomentado de alguna manera. Las posibilidades de formarse para todos esos chicos de escasos recursos son muy limitadas y por eso hay algunos proyectos en marcha. El más concreto es una escuela municipal que fue anunciada durante el Abierto del Norte y que es impulsada por César Monasterio, otro de los grandes jugadores surgidos del Jockey Club. Okin, como lo conocen todos, quiere canalizar todo ese potencial que ve en las calles y le pone el hombro a esta clase de emprendimientos. "Una escuela así es necesaria para que los chicos tengan un lugar donde empezar a jugar en serio. Ellos tienen que practicar en la cancha y no en un baldío o en el patio de sus casas. Y con este proyecto, que apoyamos junto con Pigu y otros profesionales porque nos parece serio, creo que vamos a avanzar mucho. El TPG Tour nos donó pelotas para practicar, tenemos el apoyo de empresas locales y en un principio vamos a utilizar el driving range del Jockey", dice Monasterio, después de sacar todos los hierros de su bolsa para que el puñado de pibes demuestre sus habilidades en el green del 18. Uno a uno pasan pegándole a la pelota y la pregunta surge espontánea: Si le pegan así naturalmente, ¿cuánto serán capaces de mejorar si reciben instrucción y tienen acceso a las canchas de golf?

Está claro que en Tucumán puede haber varios Andrés Romero entre esos pequeños fanáticos. Algunos ya cargan palos y apenas superan el tamaño de las bolsas que llevan. Mientras tanto, se ilusionan con pegarle algún día como lo hace Pigu.

No hay comentarios: